lunes, 18 de octubre de 2010

Alma y vida


La noche vuela, como siempre, sobre el balcón empedrado. Como voló mi conciencia, como voló mi vida, como voló aquella sombra, a veces creciente, a veces menguante, que habitaba allá al fondo de mi cabeza, donde nada importa, pero todo tiene un valor. Donde hasta el rayo de ingenuidad más microscópico puede procrearse y generar la esperanza.
Pero a quién le importan los desvaríos de un caído.
Aquella barra, pegajosa, húmeda, opaca pero a su vez translúcida. Absorbe, vuela y genera desequilibrio. Fue oscuro el camino, todos podemos estar agradecidos, todos podemos estar de acuerdo.
Y allí estaba el alma apuñalada, el alma rota, saliendo por mi boca, desbordando basura, mierda, deshechos y retazos de mi mismo. Escupiendo a la vida se muere sangrando. Y sí, luché por oportunidades, mordí la locura, me agarré a clavos que jamás dejarán de arder y todo estaba allí, en un lunar; bailaba, se agitaba, movía vientos, y era solución en sí mismo. Vida propia, autonomía, y su sonrisa fue sincera. Y corrió el bigote del tiempo, y se rió en mi puta cara. De cabeza contra la tierra.

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